Abraham Louis Breguet (1747-1823) es considerado como el arquitecto de la mayor revolución en la ciencia y arte de la relojería. A partir de 1775 empezó a manufacturar relojes que pasarían a la historia no sólo por su elegancia y belleza, sino porque contaban con los últimos adelantos tecnológicos para lograr la precisión absoluta como: la utilización de rubíes en su mecanismo, el perfeccionamiento de la construcción de espirales, el calendario perpetuo, repetidor de minutos, el termómetro, cronógrafo, sistema de protección de golpes o Pare-Chute, el mecanismo de reserva de energía antes de la pérdida de cuerda del reloj, la creación de los relojes automáticos perpétuelle, la introducción de gongs para los relojes repetidores, el primer reloj de carruaje (vendido a Bonaparte), el de sobremesa "Sympathique" y su reloj de bolsillo dependiente, el reloj de tacto y finalmente, el tourbillon, patentado en 1801, mecanismo que sirve para contrarrestar los efectos nocivos de la gravedad.
Reloj Marie-Antoniette, uno de los relojes con más complicaciones. |
Breguet diseñó piezas únicas para las élites científicas, militares, financieras y diplomáticas. Entre sus clientes figuran la reina María Antonieta, Luis XVI, Napoleón Bonaparte, Talleyrand, el sultán del Imperio Otomano, Carolina Murat, el Zar Alejandro I de Rusia, la reina Victoria, Sir Winston Churchill, Arthur Rubinstein, Maximiliano de Habsburgo, entre muchos otros.
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Su gran prestigio alcanzó incluso a la literatura de la época, casos como Stendhal, Pushkin, Balzac, Alejandro Dumas, Julio Verne, Thackeray y Víctor Hugo hicieron referencia de Breguet en sus obras. Su nombre es prácticamente una descripción de la aristocracia, burguesía, de una vida rodeada de lujo y elegancia. Sus más de 200 relojes antiguos son el reflejo del devenir tecnológico y cultural, pero también convirtieron a cada Breguet en una joya de arte relojero. Actualmente la firma Breguet sigue siendo sólo para las élites, al ser de los relojes más caros del mundo.