El comunicarnos a través de señas no debe parecernos nada
raro, pues es la manera primera y más natural que ha tenido el hombre para expresarse. La mano es sin duda el instrumento más útil para el hombre, pues tiene muchísimas funciones: con la mano crea objetos y arte, con la mano saluda, con la mano se erotiza, con los dedos señala y marca, con los dedos
cuenta, con los dedos habla (leguaje gestual), con los dedos amenaza e
insulta. En este lenguaje de señas ha sobrevivido una en
especial: “el dedo impúdico” conocido
en Roma como el digitus impudicus o digitus infamis, la cual consiste en estirar
el dedo del corazón o medio, manteniendo a los restantes doblados, que en esa
forma representan al pene entre los testículos. Hoy en día este acto es considerado como un
gesto vulgar y ofensivo, pero sus orígenes no fueron así. Se tiene noción que,
aproximadamente a finales del siglo V, a. C., los griegos y romanos la usaban también para alejar el ‘mal de ojo’, protegerse de las envidias y malas vibras. Esta señal finalmente era otro tipo de amuleto
fálico que logró sobrevivir al tiempo y expandirse por todo el mundo. Así que
YO ME PROTEJO.
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